La clonación puede definirse como el proceso por el que
se consiguen copias idénticas de un organismo
ya
desarrollado, de forma
asexual. Estas dos
características son importantes:
§ Se parte de un animal
ya desarrollado, porque la
clonación responde a un interés por obtener copias de
un determinado animal que nos interesa, y sólo cuando es
adulto conocemos sus características.
§ Por otro lado, se trata de hacerlo de forma
asexual. La reproducción sexual no nos permite
obtener copias idénticas, ya que este tipo de
reproducción por su misma naturaleza genera diversidad.
La posibilidad de clonar se planteó con el descubrimiento
del DNA y el conocimiento de cómo se transmite y expresa la
información genética en los seres vivos.
Para entender mejor esto hace falta recordar brevemente
cómo “está hecho” un ser vivo. Un
determinado animal está compuesto por millones de
células, que vienen a ser como los ladrillos que forman el
edificio que es el ser vivo. Esas células tienen aspectos y
funciones muy diferentes. Sin embargo todas ellas tienen algo en
común: en sus núcleos presentan unas largas cadenas
que contienen la información precisa de cómo es y
cómo se organiza el organismo: el ADN.
Cada célula
contiene toda la información sobre cómo es y
cómo se desarrolla todo el organismo del que forma parte
.
Esto es así por una razón muy sencilla: todas las
células de un individuo derivan de una célula
inicial, el embrión unicelular o zigoto. Esta célula
peculiar, que es ya una nueva vida, se obtiene de forma natural por
la fusión de las células reproductoras, óvulo
y espermatozoide, cada una de las cuales aporta la mitad del
material genético (la mitad de los planos). En el zigoto
tenemos ya la información de cómo va a ser el nuevo
organismo: su sexo, sus características físicas,
todo: los planos completos. A partir de ese momento esa
información se ira convirtiendo rápidamente en
realidad por dos procesos:
la división celular y la
especialización de las células.
§ El zigoto empieza
dividiéndose en
células que a su vez vuelven a dividirse. Así el
embrión va creciendo: primero consta una sola célula,
que se divide en dos, y luego en 4, 8, 16, etc. En cada
división se hace una copia del ADN presente al inicio
(fotocopias de los planos), para que cada célula tenga la
información de cómo es todo el individuo. Millones de
divisiones después, tendremos un organismo desarrollado
compuesto de millones de células que tienen todas ellas toda
la información, la misma contenida en el zigoto.
§ Conforme aumenta el número de células estas
van
especializándose y adquiriendo diferentes
funciones. En las primeras etapas de la vida del embrión las
células que lo constituyen no tienen unas
características concretas, están poco especializadas,
pero por eso mismo tienen mucha potencialidad: son capaces de
transformarse en cualquier tipo celular, o incluso -en las
primeras etapas- de dar lugar a un nuevo organismo. En el organismo
adulto, sin embargo, las células ya tienen funciones bien
definidas y pierden potencialidad. Esta especialización o
diferenciación celular, viene determinada por el uso del
ADN: cada célula utiliza sólo la parte del ADN que
corresponde a su función. De modo que, aunque cada
célula tenga toda la información, no la utiliza toda,
sino sólo la parte que le corresponde.
§ Una precisión sobre las
células
reproductoras, óvulos y espermatozoides. Son una
excepción a lo dicho hasta ahora, porque su material
genético, su ADN, no es igual al del resto de las
células del organismo: tienen la mitad de moléculas
de ADN, para que al fusionarse con las aportadas por la otra
célula reproductora den lugar a una dotación
genética completa; y, además, cada célula
reproductora de un mismo organismo recibe una mitad diferente del
ADN característico de ese individuo. Ese es el origen de la
diversidad en la reproducción sexual y la razón por
la cual cualquier embrión producido por fecundación
es una incógnita: hasta que crezca no conoceremos sus
características.
Teniendo todo esto en cuenta, cualquier célula del
organismo adulto (células somáticas, no
reproductoras) puede servir teóricamente para obtener un
nuevo ser vivo de las mismas características, ya que tiene
en su ADN la información de cómo es y como se
desarrolla ese determinado organismo. Se trataría de tomar
una célula cualquiera, exceptuando las células
reproductoras que tienen una dotación incompleta, y
conseguir que esa información se exprese, se ponga en
funcionamiento y nos produzca otro ser. Clonar consistiría
por tanto en
reprogramar una célula somática para
que empiece el programa embrionario. Una vez comenzado su
desarrollo se implantaría en un útero, ya que de
momento no es posible que los embriones lleguen a término
fuera de un útero.
Además, disponemos de tecnología adecuada, tanto
para conseguir que las células vivan y crezcan fuera del
cuerpo, mediante las llamadas técnicas de cultivo celular,
como para implantar con éxito embriones generados
in
vitro, por las técnicas de manipulación de
embriones.
Sin embargo, pronto se comprobó que no es en absoluto
fácil conseguir un nuevo ser a partir de una célula
cualquiera del organismo adulto. La clonación, por el
contrario, presentaba
dificultades aparentemente
insuperables. Las células de distintos tipos que constituyen
el ser vivo pueden vivir y crecer en cultivo, pero es muy
difícil que den lugar a un nuevo individuo: se limitan a
dividirse y producir más células especializadas como
ellas. Aunque tienen la información de cómo hacer el
ser vivo, la especialización ha hecho que “pierdan
memoria”: sólo recuerdan la parte de
información que usan habitualmente, y no pueden
reprogramarse y empezar de cero a producir un nuevo ser. O al menos
esto se pensaba hasta que se publicó la existencia de
Dolly.